
El titular de la aduana de Manzanillo admitió públicamente los problemas que aquejan al puerto: corrupción histórica, saturación y costos ocultos ponen en jaque la operación.
El capitán de navío Rodolfo Torres Chávez, titular de la aduana de Manzanillo, acudió al ASTOM Summit 2025 para hablar de las fortalezas y problemas del puerto más importante de México ante representantes de terminales portuarias, agentes de carga, operadores y navieras, desplegando un discurso lleno de cifras, advertencias y proyectos futuros. Pero más allá de la retórica técnica, dejó al descubierto una paradoja que golpea directamente al comercio exterior: en Manzanillo, los costos de la ineficiencia los están pagando justos por pecadores.
Torres, quien llegó a ocupar el cargo en mayo de este mismo año, reconoció lo que por años se negó en voz alta: la aduana arrastra un problema histórico de corrupción. “Sí, ahí aceptamos, hay actos no transparentes (…) ha habido un nivel de corrupción alto en las aduanas”, confesó. Su llegada al cargo, dijo, buscó romper con ese modus operandi, pero las soluciones que ha impuesto no han estado exentas de consecuencias.
La estricta política de revisiones que hoy opera en Manzanillo responde a la detección de prácticas abusivas como la subvaluación de mercancías. “Nos hemos encontrado contenedores súper subvaluados”, indicó. El resultado: más contenedores detenidos, más alertas y más trámites que congestionan los patios.
A esa ecuación se suma un dato que ilustra la magnitud del problema: diariamente caen en “rojo” hasta 300 unidades para verificación aduanera, una carga desproporcionada para la infraestructura disponible y para los escasos verificadores en activo. El efecto inmediato es la saturación de patios y explanadas, donde los transportistas deben esperar horas -cuando no días- a que sus mercancías sean revisadas.
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Sin embargo, la medida golpea indiscriminadamente a todos los usuarios. Empresas cumplidas han tenido que enfrentar retrasos, costos extraordinarios y pérdidas operativas. Como bien lo reconoció el propio capitán, “pagan justos por pecadores”, pues las sanciones colectivas no distinguen entre evasores y quienes cumplen cabalmente con el fisco.
Lo que no dijo: los bloqueos de la propia aduana
En su exposición, Torres hizo un repaso minucioso de la falta de sincronía entre importadores, agentes aduanales y navieras. Criticó que la mayoría concentre sus operaciones de jueves a sábado y desaproveche los primeros días de la semana.
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Pero en su discurso faltó un elemento clave: las afectaciones no siempre fueron provocadas por los privados, sino por los propios empleados de la aduana, que en mayo de este mismo año bloquearon los accesos al puerto, paralizando por completo la operación logística.
Miles de contenedores y otras mercancías se acumularon, transportistas tuvieron que esperar días y las empresas asumieron costos adicionales por almacenaje, demoras navieras y penalizaciones contractuales. De ese episodio, que desnudó la fragilidad del puerto, el capitán de navío apenas hizo mención tangencial, como si los cuellos de botella fueran solo responsabilidad de los usuarios.
A este hecho se suma otro factor que Torres apenas mencionó: la crisis de personal dentro de la aduana. Antes de las protestas, el área contaba con 349 empleados, pero 110 fueron separados de sus cargos. Hoy busca cubrir 185 nuevas posiciones y apenas ha logrado ocupar 60.
El dato es aún más revelador en la operación diaria: la aduana cuenta con solo 15 verificadores para atender 300 unidades en rojo cada día. Con esa ecuación, los retrasos son inevitables. El cuello de botella, más que en los privados, está dentro de la propia institución.
Por otra parte, el capitán de navío no mencionó si existe algún seguimiento judicial sobre los supuestos actos de corrupción en los que estaba incurriendo el personal (oficiales de comercio exterior) y que fue separado de sus cargos.
El abandono de contenedores
El endurecimiento de las revisiones también ha traído consigo un fenómeno preocupante: el abandono mensual de entre mil y dos mil contenedores, muchos de ellos corresponden a operaciones con declaraciones falsas o subvaluaciones que no superan las inspecciones, pero el costo logístico y financiero lo absorbe el puerto y la comunidad de usuarios.
El propio Torres admitió que, aun con menos operaciones -50 a 60 mil frente a las 90 mil de antes-, la recaudación sigue creciendo 20% respecto al año pasado. Pero detrás de ese “éxito” fiscal hay patios saturados, mercancías que nunca se liberan y cadenas de suministro que se quiebran.
La estadística de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) refiere que en los primeros ocho meses de 2025, la aduana de Manzanillo había recaudado un total de 124 mil 353.04 millones de pesos, lo que significó una variación real de 10.9% frente al mismo periodo del año pasado. Este nivel de recaudación coloca a esta aduana como la segunda con mayor ingresos para el país.
En tanto, en el número de operaciones realizadas en el periodo enero-agosto de 2025 se acumulaban un total de 750 mil 286 (-3.1% anual), de las cuales 670 mil 386 fueron en actividades de importación. En número de pedimentos, el dato total se coloca en 569 mil 906 (-2.6% anual), con 506 mil 910 de ellos en materia de importación.
Congestión estructural
Torres explicó que la infraestructura portuaria en Manzanillo se ha quedado corta frente al crecimiento exponencial del comercio exterior. La aduana del puerto, dijo, puede desahogar hasta 100 vehículos por hora, pero apenas cuenta con tres carriles de salida hacia la autopista y Jalipa.
“El otro día estuvo detenida [la ruta] dos horas y terminamos hasta las cinco de la mañana, cuando se debe terminar a las nueve de la noche”, reconoció.
Las cifras son elocuentes: antes de la crisis se registraban entre 80 mil y 90 mil operaciones mensuales; ahora el flujo cayó a 50-60 mil. Aun así, la recaudación se mantiene 20% arriba del año pasado, algo que el capitán presentó como logro. “¿Qué quieren, cantidad o calidad?”, cuestionó, como si los ingresos fiscales justificaran las pérdidas económicas de las empresas que vieron encarecidas sus operaciones por retrasos y bloqueos.
Proyectos y advertencias
El titular de la aduana también habló de futuro. Entre sus planes, ampliar explanadas para vehículos en revisión, habilitar hasta 700 espacios cerca de la terminal de Contecon, construir rutas confinadas de cuatro carriles hacia la autopista y rediseñar módulos de inspección.
Advirtió, además, que el nuevo puerto de Manzanillo (Laguna de Cuyutlán) corre el riesgo de repetir los mismos errores: “Nos interesa traer más buques, más tráileres, más carga, pero no pensamos cómo moverlos (…) por eso tenemos este congestionamiento”.
Integridad compartida
Torres cerró con un llamado a la corresponsabilidad. Señaló que la corrupción no solo se origina en funcionarios, sino en los usuarios que buscan evadir.
“La corrupción no empieza por el funcionario público (…) empieza por el que me incita a la corrupción”, aseguró. Y exigió que las empresas inviertan en tecnología, innovación y capacitación para reducir los errores de trazabilidad, que, según sus cálculos, explican el 80% de los problemas actuales.
El puerto como termómetro
El discurso del capitán en San Miguel de Allende, durante el evento organizado por la Asociación de Terminales y Operadores Manzanillo (ASTOM), dejó claro que el puerto de Manzanillo sigue siendo un termómetro de la competitividad mexicana. Con más de 20 mil empresas operando y 700 mil pedimentos anuales, es inevitable. Pero el dilema permanece: mientras se endurecen las revisiones y se mantienen cifras récord de recaudación, el puerto carga con una sombra que no se despeja.
La comunidad logística no olvida que los bloqueos de los trabajadores de la propia aduana fueron los que paralizaron la operación y generaron pérdidas millonarias. Tampoco olvida que hoy, por culpa de unos cuantos evasores, pagan justos por pecadores.
FUENTE: https://t21.com.mx/puerto-de-manzanillo-entre-la-fiscalizacion-excesiva-y-los-costos-ocultos-de-la-aduana/